El mejor ejemplo registrado de teletransporte está fechado el 24 de octubre de 1593, cuando Gil Pérez, un guardia de palacio en el ejército de las Filipinas que guardaba al gobernador en Manila, apareció repentinamente en la Plaza Mayor de Ciudad de México. Sorprendido y confuso, fue detenido por las autoridades mexicanas, que pensaban que estaba de acuerdo con Satán. Cuando fue llevado ante el Muy Santo Tribunal de la Inquisición, todo lo que pudo decir en su defensa era que había desaparecido de Manila, y aparecido en México, «en menos que canta un gallo». (La exposición histórica de este incidente resulta inverosímil; el historiador Mike Dash ha señalado que los primeros registros de la desaparición de Pérez datan de un siglo después de ese hecho, y por ello no merecen mucha confianza.)