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Sam Harris no estaba siendo demasiado cínico cuando escribió, en El final de la fe: Tenemos nombre para las personas que tienen muchas creencias para las que no existe justificación racional. Cuando sus creencias son extremadamente comunes, les llamamos «religiosos»; de no ser así, es más probable que les llamemos «locos», «psicóticos» o «ilusos»… Claramente, la salud reside en el número. Y todavía es tan solo un accidente histórico que se considere normal en nuestra sociedad creer que el Creador del Universo puede oír tus pensamientos, mientras que es una demostración de enfermedad mental creer que se comunica contigo mediante un código morse repiqueteando en tu ventana en un día de lluvia. Y así, mientras que las personas religiosas normalmente no están locas, sus creencias profundas sí lo son.